miércoles, 13 de abril de 2011

Animales que ya no comparten nuestro planeta, el hombre, en su afán de crecimiento y evolución dejo de lado la respuesta a la pregunta, ¿Podemos los humanos vivir sin alterar la existencia de los otros seres vivos?
Por qué se extinguen los animales?


Son muchas las causas que concurren en la extinción de los animales, pero por distintas razones en muchos casos no es posible dar un motivo exacto. Por ejemplo, algunas especies se han extinguido sin que tuviéramos conocimiento de su existencia. Este puede ser el caso de algunas especies endémicas de Sudamérica que se han extinguido antes de que los científicos pudieran describirlas, y cuando esto ocurre no es posible precisar si se trata de una especie, una subespecie o bien de un endemismo que no tiene características esenciales diferentes de otro superviviente.

Por otra parte, estamos acostumbrados a clasificar los animales en dos grupos antagónicos: “buenos” y “malos”. Los primeros presentan un aspecto agradable, como el oso panda gigante y el koala, y merecen toda nuestra consideración. Los incluidos en la categoría “malos”, cuyo aspecto es desagradable, monstruoso y hasta repulsivo, o que carecen de valor económico, como las serpientes y otros reptiles no merecen ningún respeto en incluso muchos consideran beneficiosa su erradicación.
No resulta fácil convencer a los Gobiernos del riesgo de extinción que corren los animales hasta que éstos no están prácticamente al borde de la desaparición definitiva. La razón fundamental para mantener un animal fuera de todo posible riesgo de peligro es que sea “bueno”. Cuando el animal es “malo”, ni siquiera se plantea la cuestión. Sin embargo, son los animales “malos” los que corren peligro de extinción, no los “buenos”. En general, las causas de extinción pueden dividirse en dos grupos: las que privan al animal de su hábitat y de los productos que constituyen su dieta básica, y las que tienden a masacrarlo. En la mayoría de los casos concurren ambas, como ha sucedido, por ejemplo con el rinoceronte.


En los últimos 2.000 años muchas especies han desaparecido por causas naturales: especies endémicas isleñas por erupciones volcánicas, huracanes y otras catástrofes. Pero la incidencia de estos factores en las numerosas extinciones registradas a lo largo de los últimos 20 siglos ha sido mínima. ¿La desaparición del mamut Elephas primigenius, que se produjo entre finales de la última glaciación y principios de nuestra era, fue provocada por el cambio climático subsiguiente a la retirada de los hielos o por la acción directa del hombre?



Aunque carecemos de argumentos firmes para inclinarnos por una u otra causa, lo más probable es que se deba a la persecución de que fue objeto por los cazadores primitivos. Sin embargo, no cabe ninguna duda sobre las causas de las centenares de extinciones recientes. En los últimos 300 años la causas de mayores cambios provocado en el mundo animal ha sido la destrucción de su hábitat: el drenaje de los pantanos y la tala y quema de los bosques en beneficio de la agricultura han modificado sensiblemente nuestro planeta. La destrucción del hábitat ha sido la causa fundamental que ha llevado a la extinción a los lémures de Madagascar, los tapires americanos y el gamo persa, aunque también ha jugado un destacado papel la persecución directa por parte del hombre.
La extinción de la agricultura y la caza para aprovechar su piel estuvieron a punto de exterminar al bisonte americano. Aunque quizá sea exagerado afirmar que la captura o muerte de distintas especies con fines comerciales las haya llevado a la extinción, no cabe duda de que estas actividades han causado estragos en todo el mundo.


Como causas indirectas podemos señalar la introducción de otras especies ajenas al hábitat, unas domésticas y otras salvajes, que actúan como competidores de los recursos alimenticios o como depredadores directos.

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